ITACA
Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.
Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.
Constantino Petrou Cavafis (Alejandría, Egipto, 1863-1933)
sábado, 5 de febrero de 2011
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Ítaca... Relicario secreto del corazón. El silbante beso que desbarata la noche lanzando la tiniebla a la ceniza. Allí me levanté, como en mi pecho, amarrando al aroma de este nombre tuyo mis dos brazos. Allí regreso con todo lo que le debo: mi breve historia de la esperanza, mis relámpagos errantes, mis raíces mojadas. Y allí sabré si existí, y si tan sólo fui su sueño.
ResponderEliminarDetrás de mí te dejaba, es decir: delante siempre, delante... Creía ser la ola indivisible, un solo viento, y tú te descubrías de verde mar, de vasto cielo. Cansado quizá de romperme, corren a ser trasparentes los límites de mis deseos. Cierto que algunas de mis piedras queman. Pero también es cierto que algunas de mis tormentas descabalan torres y siembran de claveles el invierno. Por eso te aguardo, Ítaca del bienamado viaje, agazapado en mis labios empapados ya en tu secreto, afilado latido que penetra el silencio, león en los labios de un amor quizá más puro.
Y las letras, como los fractales, se ordenan para crear belleza!
ResponderEliminarGracias por el piropo...
ResponderEliminarCavafis dejó dicho algo como: un poema que no es extraordinario es insoportable. No consigo encontrar la referencia exacta, pero era algo así. Pretendí por ello estar a la altura, aunque no lo versifiqué como artimaña para escapar de su ira, jajaja, ¡nada menos que comentando "Ítaca"!
¡Besicos!