La vejez (tal es el nombre que los otros le dan)
puede ser el tiempo de nuestra dicha.
El animal ha muerto o casi ha muerto.
Quedan el hombre y su alma.
Vivo entre formas luminosas y vagas
que no son aún la tiniebla.
Buenos Aires,
que antes se desgarraba en arrabales
hacia la llanura incesante,
ha vuelto a ser la Recoleta, el Retiro,
las borrosas calles del Once
y las precarias casas viejas
que aún llamamos el Sur.
Siempre en mi vida fueron demasiadas las cosas;
Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para pensar;
el tiempo ha sido mi Demócrito.
Esta penumbra es lenta y no duele;
fluye por un manso declive
y se parece a la eternidad.
Mis amigos no tienen cara,
las mujeres son lo que fueron hace ya tantos años,
las esquinas pueden ser otras,
no hay letras en las páginas de los libros.
Todo esto debería atemorizarme,
pero es una dulzura, un regreso.
De las generaciones de los textos que hay en la tierra
sólo habré leído unos pocos,
los que sigo leyendo en la memoria,
leyendo y transformando.
Del Sur, del Este, del Oeste, del Norte,
convergen los caminos que me han traído
a mi secreto centro.
Esos caminos fueron ecos y pasos,
mujeres, hombres, agonías, resurrecciones,
días y noches,
entresueños y sueños,
cada ínfimo instante del ayer
y de los ayeres del mundo,
la firme espada del danés y la luna del persa,
los actos de los muertos,
el compartido amor, las palabras,
Emerson y la nieve y tantas cosas.
Ahora puedo olvidarlas. Llego a mi centro,
a mi álgebra y mi clave,
a mi espejo.
Pronto sabré quién soy.
JORGE LUIS BORGES
miércoles, 28 de diciembre de 2011
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¿Ese cuadro es de Dalí?
ResponderEliminarNo lo había visto antes...
Pero me encaaaanta...
ResponderEliminarNo es de Dalí. Es un fotoshock de ésos, pero es bueno, sí.
ResponderEliminarEl poema es una maravillosa descripción de la vejez. Decían del Greco que meditaba en su casa cerrando las ventanas hasta la máxima sombra, que en la penumbra veía mejor la luz que brilla en el corazón. Decían también de aquél viejo rabino que, ciego por la edad, agradecía ese nuevo don que le permitía ver con claridad lo que es de verdad importante. Que Borges llame "dulzura" y "regreso" a ése "manso declive" me parece extraordinariamente lúcido, y uno tiene la esperanza de poder experimentarlo así. Ojalá éso que llamamos vejez pueda ser también para nosotros un tiempo de dicha.
Gracias por el texto.
Gracias por la información sobre el cuadro.
ResponderEliminarY Borges...bueno, un ciego lúcido, sapientísimo...Ojazar que tus palabras se cumplan, querido JAL.